La euroinvasión
Andrea G
Moisés Naím / El País
Primero fueron por los iPods. Luego por los pisos en Manhattan. Y ahora están comprando empresas. El dólar barato no sólo estimula a jóvenes mochileros y a pensionistas europeos a viajar a Estados Unidos en busca de gangas. También crea atractivas oportunidades para los empresarios. Pronto veremos una oleada de ellos comprando empresas estadounidenses: Esta tendencia, la Euroinvasión, es aún incipiente, pero tendrá consecuencias políticamente explosivas a ambos lados del Atlántico.
Hace poco estuve en Clovis, California donde un empresario local me comentó: "A mí no me importan los fondos de inversión árabes que compran grandes empresas. Me preocupan los franceses". "¿Por qué los franceses?", le pregunté asombrado. "Acaban de comprar la compañía más grande de Clovis y eso nos va a cambiar la vida a todos". En efecto, Schneider Electric, una empresa francesa, compró a Pelco, una compañía de equipos de vídeo. Esta compra no tiene nada de especial. Es normal que empresas de un país adquieran empresas en otro. Y esta transacción fue microscópica comparada con la inversión de 7.500 millones de dólares que los Emiratos Árabes Unidos hicieron en Citigroup o los 3.000 millones que China invirtió en Blackstone Group. Pero la compra de Pelco es un ejemplo de la Euroinvasión.
Comprar empresas estadounidenses les permitirá a los europeos vender en ese mercado "desde adentro". También les permitirá exportar al resto del mundo desde su nueva base norteamericana. Y el colmo de la paradoja será que algunas empresas descubrirán que es más rentable venderle a Europa desde afuera que desde Europa misma.
La Euroinvasión producirá furias políticas transatlánticas. Los políticos europeos acusarán a sus compañías de "exportar empleos" a EE UU, mientras que sus colegas estadounidenses, denunciarán "la venta de América a los europeos". La espuma que echará por la boca el xenófobo presentador de CNN, Lou Dobbs, alcanzará volúmenes oceánicos.
¿Por qué pasa esto ahora? Obviamente, la caída del dólar abarata los costos de adquisición y mudanza de las empresas europeas. Hace cinco años, una empresa estadounidense valorada en 500 millones de dólares costaba 515 millones de euros. Hoy cuesta 318 millones de euros.
Pero la devaluación del dólar no es la única explicación. Las empresas europeas también están siendo atraídas por Estados Unidos y repelidas por Europa. Para ciertas empresas europeas la mudanza puede ser la manera más rápida y económica de bajar los gastos y volverse más competitivas. El clima para hacer negocios en Europa es menos atractivo que el que encuentran en EE UU. El salario por hora promedio en Europa es 16% mayor que el de Estados Unidos y el kilovatio-hora para uso industrial cuesta el doble en Europa. Los costes de transporte son más altos y el precio de una parcela industrial también. Las cargas burocráticas son más onerosas y la velocidad de respuesta de las autoridades es más lenta.
"No me puedo permitir el lujo de no mudarme a Estados Unidos si quiero que la compañía de mi familia sobreviva", me dijo el director de una empresa italiana. "No sólo será más barato, sino que también nos introducirá en un vecindario lleno de empresas tecnológicas de vanguardia y estaremos dentro del mercado más grande del mundo. Mantendremos algunas operaciones de diseño en Italia, pero todo lo demás se muda a Massachussets".
Algunas manifestaciones de la Euroinvasión ya son visibles. ThyssenKrupp está invirtiendo 3.700 millones de dólares en una planta en Alabama. La francesa Alston está construyendo una gran fábrica en Tennessee. Fiat ha decidido reentrar en el mercado norteamericano. Recientemente, el Banco Santander sobrepasó al Citigroup en valor de mercado y es natural que los bancos europeos aprovechen circunstancias como ésta para expandir aún más su presencia en Estados Unidos. Pero la Euroinvasión no sólo consiste en grandes y muy visibles inversiones. También incluirá miles de transacciones más pequeñas a través de las cuales medianas empresas europeas comprarán empresas estadounidenses.
La Euroinvasión no podrá ser detenida por los políticos. Ni los europeos podrán impedir el éxodo industrial ni los estadounidenses la compra de sus empresas. A estos últimos les será desde luego posible bloquear inversiones extranjeras muy grandes en sectores como defensa o puertos. Ya lo han hecho antes. Pero impedir que miles de medianas empresas privadas inviertan en EE UU es muy difícil. Aunque las crisis económicas siempre crean oportunidades para demagogos, Estados Unidos aún no está listo para rechazar el capitalismo. Y detener la Euroinvasión requeriría no menos que eso.