You can edit the text in this area, and change where the contact form on the right submits to, by entering edit mode using the modes on the bottom right.
123 Street Avenue, City Town, 99999
(123) 555-6789
email@address.com
You can set your address, phone number, email and site description in the settings tab. Link to read me page with more information.
Gobernar nunca es fácil y gobernar en medio de esta crisis económica es una pesadilla. Ningún país está a salvo de esta debacle. De China a Estados Unidos y de Suráfrica a Polonia, las autoridades se ven agobiadas por la necesidad de responder a la avalancha de emergencias -financieras, sociales, políticas, internacionales- causadas por la crisis. Estos problemas, que son de una naturaleza y de una magnitud sin precedentes, tomaron a los gobiernos por sorpresa y exigen actuaciones rápidas y eficaces. No es fácil: no hay sector público en el mundo que pueda operar a la velocidad con la que está evolucionando esta crisis. Las administraciones no están diseñadas para ser veloces.
Esto se acabó. La superpotencia estadounidense está en caída libre. La economía en bancarrota, sus bancos en barrena, deudas por las nubes, sus industrias manufactureras derrotadas por los rivales del Lejano Oriente y sus ejércitos empantanados en países que no entienden y enfrascados en una guerra a muerte contra terroristas globalizados a quienes entienden aún menos. Las cifras de desempleo estadounidense son las más altas en un cuarto de siglo mientras que el valor de las acciones de iconos como General Motors o Citicorp ha llegado a su nivel más bajo. El desprestigio de Estados Unidos es indiscutible y su declive como superpotencia está a la vista.
Para muchos imaginar a Raúl Castro fotografiándose con Barack Obama en la Casa Blanca durante una visita de Estado es imposible. Para algunos ésta sería la expresión gráfica de otra traición del Gobierno estadounidense a quienes han luchado por derrocar a los Castro. Pero para muchos otros la visita sería una muestra de racionalidad y de la eliminación de una de las grandes hipocresías que el Gobierno estadounidense ha mantenido por décadas.
En Estados Unidos, el 76% de la población piensa que la guerra contra las drogas ha fracasado. Al mismo tiempo, una igualmente abrumadora mayoría piensa que las políticas en las que se basa la guerra contra las drogas (represión de la producción, interdicción de las importaciones, prohibición del consumo y criminalización) no se pueden cambiar. Esta contradicción no es sólo de los estadounidenses.
¿Va a ser Hugo Chávez una víctima más de la crisis financiera mundial? ¿Es la oposición venezolana golpista, corrupta y representante de los intereses de los ricos? ¿Viven los venezolanos en un país democrático?
¿Qué tienen en común el Papa Benedicto XVI, Barack Obama y Bernard Madoff, el estadounidense acusado de estafar a miles de inversores? Pues que los tres han tenido recientemente tropiezos que ilustran una interesante paradoja de estos tiempos: en una era en la cual hay más información que nunca, organizaciones muy sofisticadas toman decisiones ignorando la información disponible. Pareciera que el Vaticano, la Casa Blanca y Wall Street no se han enterado de la existencia de Google. Pero como, obviamente, sí saben de Google y de otros potentes métodos para buscar información, entonces debemos concluir que algo más profundo que la ignorancia induce la ceguera que los lleva a tropezarse.
Los pesimistas son serios, realistas y menos dados a desilusionarse por la vida. Los optimistas, en cambio, son ingenuos y por ello más propensos a ser sorprendidos por las malas noticias. Los pesimistas son pensadores profundos y bien informados mientras que los optimistas son superficiales y no entienden bien lo que está pasando. Basándome en estas estereotipadas percepciones -y en la incesante avalancha de malas noticias que a diario nos abruman- lo más fácil y seguro sería escribir un artículo explicando por qué el mundo está muy mal y por qué lo que viene será aún peor. También me lo facilitaría el hecho de que he asistido al Foro Económico Mundial en Davos. La imagen que se tiene de la reunión de Davos es que es solo para ricos y poderosos o los periodistas que los entrevistan. Pero no es así. También asisten líderes religiosos y sindicales, muchos de los científicos más importantes de estos tiempos, innovadores sociales, artistas plásticos, escritores, músicos y hasta exploradores de recónditos parajes del planeta.
No es fácil esto de tener un tipo tan popular en la Casa Blanca. Que el jefe del imperio estadounidense sea visto internacionalmente con tanta simpatía y admiración es, para muchos, muy problemático. Hay gobiernos para quienes es indispensable tener a los Estados Unidos de América como enemigo. Y todos conocemos gente para quienes el antiamericanismo es casi un instinto básico y la fuente principal de sus opiniones políticas.
"Ya no tenemos que escoger. Por fin podemos asumir nuestra condición de americanos sin traicionar nuestra condición de negros. Nuestro cuerpo político finalmente ha sanado. Somos americanos".
"Barack Obama no le ganará una sola elección primaria a Hillary Clinton" pronosticó Bill Kristol, un influyente editorialista de TheNew York Times. "Bear Stearns está bien. No saquen su dinero de allí. Sería una tontería". Esto aconsejó a sus millones de telespectadores Jim Cramer, el comentarista financiero del canal CNBC seis días antes del colapso de esa empresa. "Mares tranquilos: las rutas marítimas del mundo son seguras". Fue el título del artículo en la revista Foreign Affairs escrito por Dennis Blair y Kenneth Lieberthal. En este artículo también aseguraban que "los petroleros son mucho menos vulnerables de lo que comúnmente se cree". Poco después una banda de piratas somalíes a bordo de botes inflables capturó uno de los superpetroleros más grandes del mundo. Aún no lo han devuelto. Es posible que Dennis Blair, uno de los autores del artículo, sea el próximo jefe de la CIA.
Barack Obama se juramenta como presidente de Estados Unidos el 20 enero. "Estoy organizando la Brigada 23 de enero", me dice en broma un simpatizante de Obama que además tengo por agudo observador político. "¿Qué es eso?", le pregunto. "Pues es el grupo de gente que tres días después ya estará desilusionada de Obama", me responde riéndose. Algunos seguidores de Obama ni siquiera han esperado a enero. Los bloggers y columnistas afiliados al ala más progresista del Partido Demócrata ya están en pleno frenesí crítico contra Obama, más que nada por las personas a quienes ha invitado a formar parte de su Gobierno: son percibidos como demasiado moderados y centristas. Algunos en el equipo económico muestran un entusiasmo por los mercados que para muchos bordea en el sacrilegio.
Mientras Hu Jintao, el presidente chino, visitaba Costa Rica, Perú y Cuba su colega ruso, Dmitri Medvédev, embarcaba hacia Brasil, Perú, Cuba y Venezuela donde coincidirá con la llegada del crucero nuclear ruso Pedro el Grande para participar en maniobras conjuntas con la Marina venezolana. Hace un mes dos avanzados cazabombarderos nucleares rusos volaron a Venezuela para hacer ejercicios con la Fuerza Aérea de ese país. El 1 de noviembre Celso Amorim, ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, se reunió en Teherán con el presidente Mahmud Ahmadineyad a quien le llevó una invitación del presidente Luiz Inácio Lula Da Silva para visitar Brasil. El año pasado Ahmadineyad fue el primer mandatario iraní en viajar a América Latina, donde se reunió con los presidentes Hugo Chávez, Daniel Ortega, Evo Morales y Rafael Correa. Hace poco y después de expulsar al embajador estadounidense, Evo Morales anunció que los ciudadanos iraníes podrían entrar libremente en Bolivia sin necesidad de visado y que mudaría a Teherán la Embajada que Bolivia mantiene en El Cairo.
"Todas las familias felices son iguales; pero cada familia infeliz lo es a su manera". Así comienza Ana Karenina, la novela del gran León Tolstoi. Parafraseándolo, cabe notar que cada uno de los 20 países representados en la cumbre del G-20 (el Grupo de los 20) en Washington está sufriendo por la crisis económica mundial. Pero, al igual que las familias infelices, cada país la está sufriendo de una manera diferente. El impacto de la crisis en los países ricos (Estados Unidos, Alemania, etcétera) es distinto al que han sufrido los emergentes (China, Brasil, Turquía, etcétera). Además, los primeros fueron los causantes de la crisis y los segundos sus víctimas. Los exportadores de petróleo (Arabia Saudí o Rusia) que estuvieron en la reunión no están contentos con el desmoronamiento de los precios del crudo, mientras que para los consumidores (Suráfrica o Italia, por ejemplo) pagar menos por la energía es la única buena noticia dentro del aluvión de malas nuevas que reciben a diario. Todo esto es sólo para enfatizar que detrás de esta cumbre del G-20 coexisten razones que impulsan a su éxito con otras igualmente poderosas que lo socavan. El dinero es global mientras que la política es local y, por lo tanto, hay una justificada necesidad de coordinar reacciones nacionales ante una crisis que no respeta fronteras. Por ello, esta cumbre y otras que vendrán son necesarias y bienvenidas. Pero la emoción narcisista que sienten los jefes de Estado al asistir a reuniones como ésta no debe hacerles olvidar que en las cumbres de mandatarios el teatro suele desplazar los logros concretos. Es indispensable ser realistas y transparentes con respecto a los obstáculos que dificultan los acuerdos. Los 20 países están unidos por el miedo ante la crisis y la necesidad de actuar en conjunto. Pero no hay que olvidar que los dividen intereses, ideologías y realidades políticas domésticas. Para Nicolas Sarkozy y Gordon Brown, la presencia y el protagonismo en esta reunión los ha reoxigenado políticamente en sus países. En cambio, para George W. Bush ser el forzado anfitrión del G-20 ha sido una pesadilla que sólo sirvió para recordarle a su país y al mundo sus fracasos y el hecho de que la mayoría de sus huéspedes no ven la hora de que se vaya. Dentro del G-20 también hay visiones muy diferentes sobre los remedios frente a la crisis. "Los europeos se están extralimitando y han generado fuertes reacciones a sus propuestas. Ellos no pueden venir a darnos discursos sobre la refundación del capitalismo y la necesidad de más regulaciones. Su sistema financiero siempre ha estado superregulado y eso no los protegió de la crisis. Sus bancos están más endeudados que los estadounidenses y sus banqueros han sido tan irresponsables como los de Wall Street. La retórica ideológica no va resolver esta crisis. Si los europeos quieren ayudar deben imitar a China y salir con agresivos programas de gasto público que pongan a crecer sus economías y deben también eliminar las protecciones que impiden que los países pobres les vendan productos y crezcan". Esto me lo dijo uno de los más importantes representantes de India en la reunión, quien sólo estuvo dispuesto a que lo citara anónimamente. También hablé sobre el G-20 con Robert Zoellick, el presidente del Banco Mundial, y uno de los asistentes a la cumbre: "La idea de una nueva arquitectura financiera global implica una estructura jerárquica que ya no es eficaz en el mundo de hoy", me dijo. "Hay que pensar en redes, no en grupos. Más que operar a través de grupos de países como el G-7 o el G-20, hay que pensar en redes de países combinados con otros actores multilaterales u organismos no gubernamentales que actúen sobre problemas concretos y los alivien o solucionen. No hay nada como la legitimidad que te da el solucionar un problema", afirmó Zoellick.
"Anótenlo: tendremos una crisis internacional en los primeros seis meses de la presidencia de Barack Obama. Los enemigos de Estados Unidos la van a provocar para probar el temple de este tipo". Esto no lo dijo un adversario del nuevo presidente estadounidense. Son palabras de Joe Biden, su vicepresidente.
En ciertas culturas indígenas el chamán es un personaje muy importante. Es un ser espiritual dotado de energías especiales y que tiene visiones que le permiten anticiparse a los demás. Quizás lo más importante es que posee dones curativos: es un hombre medicinal.
Sin el apoyo de la derecha cristiana estadounidense es imposible ganar una elección presidencial en ese país. La campaña electoral del 2008 será definida por el choque entre ideas diametralmente opuestas acerca de política internacional, economía y salud pública. Estados Unidos no está preparado para elegir a un negro como presidente.
Hace un año comencé a escribir estas columnas semanales sobre política y economía mundial. Al releerlas no deja de sorprenderme cuán profundamente ha cambiado el mundo en tan sólo 52 semanas. Y no sólo por la crisis financiera.
En estos días es fácil sentir que de lo único que se habla es de dinero: bancarrotas, rescates financieros y pérdidas bursátiles monopolizan las conversaciones en todo el mundo. Y si bien es razonable que así sea, también es sano cambiar de tema de vez en cuando. Hablemos, por ejemplo, de la otra crisis tan mundial y de tantas consecuencias como la crisis financiera: la de la educación. En casi todos los países, la gente opina que su sistema educativo es inaceptablemente defectuoso. Y las estadísticas les dan la razón. En EE UU, por ejemplo, entre 1980 y 2005, el gasto público por estudiante de primaria y secundaria aumentó el 73%, y el número de docentes también aumentó mucho, con lo cual se redujo drásticamente el número de alumnos que debe atender cada docente. Además, se experimentó con iniciativas de todo tipo para mejorar la enseñanza. Nada funcionó. En ese cuarto de siglo, los resultados de las evaluaciones de los estudiantes no mejoraron. Las calificaciones de lectura de los alumnos de 9, 13 y 17 años en 2005 fueron las mismas que en 1980. Las de matemáticas subieron un poco, pero nada digno de celebrar. En una conferencia a los gobernadores de su país, Bill Gates les dijo que se sentía "aterrado y avergonzado" de la educación secundaria. "Nuestras escuelas están quebradas, son defectuosas y obsoletas... Sólo un tercio de quienes se gradúan de las escuelas secundarias están preparados para ser ciudadanos, trabajadores o universitarios", les dijo.
Tanto los terremotos como las crisis financieras producen información que de otra manera no conoceríamos. Mientras que los sismos arrojan importantes datos sobre las fallas geológicas de nuestro planeta, los crash financieros revelan las fallas en las que está asentada la economía de un país o, como sucede ahora, la del mundo entero. Desgraciadamente, tanto la información geológica como la financiera que producen estos accidentes vienen acompañadas de enorme sufrimiento humano.
"La idea de un mercado todopoderoso sin reglas y sin intervención política es una locura... La era de la autorregulación se acabó. El laissez-faire se acabó". Esto no lo dijo Fidel Castro. Son palabras del presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, quien ganó las elecciones prometiendo más mercado y menos Estado. Hank Paulson, el secretario del Tesoro de Estados Unidos y antes magnate de Wall Street, también piensa así: "El capitalismo crudo llegó a su final", dijo. La idea de que la actual catástrofe financiera es el comienzo del fin del capitalismo se ha popularizado y es aceptada tanto por quienes la celebran como por quienes la deploran.