Moisés Naím

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Sexo, Clooney y Berlusconi

Moisés Naím / El País

Nicholas Kristoff, columnista del diario The New York Times, tituló uno de sus artículos Viajando con George Clooney y prometió jugosos chismes sobre las aventuras románticas del galán de Hollywood durante un viaje que hicieron juntos. Más adelante, Kristoff explicó que su viaje con Clooney fue a Darfur y al final del artículo aclaró que no le quedaba espacio para contar chismes sobre el actor. También confesó que era un truco: si hubiese revelado desde el principio que su columna era sobre Darfur, pocos la hubiesen leído. Poner a Clooney en el título fue la trampa que utilizó Kristoff para atraer a miles de lectores que de otra manera no se hubiesen enterado de las matanzas de niños en un espantoso conflicto que ya ha durado más que la II Guerra Mundial.

Esta semana decidí usar el truco de Kristoff. Esta columna ni es sobre sexo ni sobre Silvio Berlusconi o George Clooney. Es sobre Pakistán. "No sabemos cómo hacer para que la opinión pública europea entienda que éste es tanto un problema de Europa como lo es de los Estados Unidos", me dijo un alto funcionario del Gobierno estadounidense que se ocupa del asunto y que por razones obvias me habló con la condición de que no revelara su nombre.

"Si Pakistán cae en una prolongada y anárquica guerra civil esa violencia se esparcirá a Europa mucho antes de que llegue a nosotros. La violencia que irradia desde Pakistán ya se ha cobrado más vidas en las ciudades europeas que en las nuestras, y es sólo el comienzo", añadió. "Pero ahora la emergencia y el verdadero problema no es la apatía europea; la emergencia es Pakistán. Todas las opciones son horribles", concluyó.

Vale la pena recordar de qué estamos hablando. Pakistán es del tamaño de Francia e Inglaterra juntas. Con sus 170 millones de habitantes es el sexto país más poblado del planeta y después de Indonesia es el país con más población musulmana. También cuenta con casi un millón de efectivos en sus Fuerzas Armadas, lo cual la hace la séptima mayor potencia militar del mundo. Y por supuesto, tiene bombas atómicas. Esto no es nada nuevo. Lo nuevo es que desde hace unas semanas Pakistán también tiene, a un centenar de kilómetros de su capital, a un ejército de talibanes decididos a derrocar al Gobierno, tomar el poder e imponer un régimen como el que controló a Afganistán hasta el 2001. Sólo que en este caso los talibanes serían una potencia nuclear. Interesante, ¿no?

La buena noticia es que los talibanes no van a derrotar al Ejército paquistaní. La mala noticia es que el Ejército paquistaní tampoco va a derrotar a los talibanes. Pakistán va a entrar en un prolongado periodo de insurrecciones armadas, terrorismo y mayor inestabilidad de la que ha vivido hasta ahora, lo cual va a debilitar aún más a sus ya débiles instituciones, a su economía y aumentar aún más la vasta pobreza que existe en ese país.

¿Qué hacer? Lo primero es reconocer que los problemas de Pakistán sólo los podrán resolver los paquistaníes. Pero después de reconocer esto también hay que reconocer que los paquistaníes no han manejado bien las cosas: la inestabilidad política, los conflictos sociales, étnicos y religiosos han venido aumentando. Después de un periodo de boom económico, ahora el país está en bancarrota y la pobreza aumenta. Además, está el problema de los militares.

Se dice que mientras que los países normales tienen un Ejército, en Pakistán el Ejército tiene al país. Los militares son la institución más fuerte de Pakistán, pero también la más voraz económicamente. Hasta ahora a los militares paquistaníes les ha interesado más la política y los negocios que la guerra. Los militares controlan un porcentaje sustancial de la economía, básicamente para beneficio de sus líderes. Sólo recientemente y después de inmensas presiones del Gobierno de Obama, los generales paquistaníes decidieron abandonar su reticencia a enfrentarse a los talibanes. Pero ¿tendrán las tropas la motivación para hacerlo? ¿Sabrán cómo? Los soldados paquistaníes han sido entrenados y equipados para enfrentarse a Ejércitos extranjeros, no para combatir civiles insurrectos entremezclados en la población civil. Es por ello que las recientes ofensivas han producido cientos de miles de civiles desplazados. Estos cientos de miles se sumarán al explosivo caldero político nutrido por la furia de millones de paquistaníes que responsabilizan a los políticos y a los militares por el caos reinante.

La agudización de la inestabilidad paquistaní está sólo comenzado. Ojalá que en el futuro siga haciendo falta un truco para que leamos sobre las consecuencias de esta inestabilidad.