Moisés Naím

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Auditando la hipocresía

Moisés Naím / El País

"Pedimos al Gobierno estadounidense que tome las medidas necesarias para detener el salvamento ilegal que Corea del Sur está haciendo en la empresa Hyundai Electronics y que haga todo lo que esté a su alcance para que las consecuencias de este rescate sean neutralizadas o revertidas". Así reza parte de la resolución que un grupo de senadores estadounidenses introdujo en 2001 cuando el Gobierno surcoreano salvó a Hyundai Electronics de la bancarrota. Hace poco, el Senado estadounidense aprobó una inyección masiva de fondos públicos para rescatar a Fannie Mae y Freddie Mac, dos empresas financieras, le dio 85.000 millones de dólares a AIG, una empresa de seguros, y una inimaginable y aún indeterminada cantidad a otros bancos para que no quiebren. Los parlamentarios de Corea del Sur aún no han condenado estos hechos. ¿Qué tendrán AIG o cualquiera de las empresas rescatadas que no tiene Hyundai?

El Gobierno estadounidense tiene una larga historia de contradicciones entre lo que dice afuera y hace adentro. Es el Gobierno, por ejemplo, que no tiene inconvenientes en presionar a la Unión Europea para que admita a Turquía como país miembro (lo cual otorgaría el derecho a millones de turcos de viajar libremente por Europa) al mismo tiempo que construye una valla antiinmigrantes de 1.400 kilómetros en su frontera con México. También es el que presiona a los países africanos devastados por el sida para que se abstengan de comprar medicinas antivirales genéricas, que son menos costosas, alegando que la propiedad intelectual es sagrada. Sin embargo, cuando se vio amenazado por un posible ataque de ántrax, el Gobierno estadounidense no dudo en notificarle a Bayer que o bajaba los precios de Cipro, su droga contra el ántrax, o compraría la versión genérica.

Los estadounidenses suelen explicar estas contracciones insistiendo en que el mundo es volátil y complejo y que es imposible formular una política rígida que sea aplicable en todas las situaciones. Pura hipocresía y manipulación, responden los críticos antinorteamericanos. Las contradicciones no son sino un truco más de los muchos que usa la superpotencia para hacer lo que le conviene. El ejemplo mas comúnmente usado por los críticos para mostrar la hipocresía de los EE UU es su alianza con regímenes autoritarios como el de Arabia Saudí o Egipto, al mismo tiempo que proclama su compromiso con la libertad y la promoción de la democracia.

Los apologistas estadounidenses explican que toda superpotencia debe promover y defender múltiples intereses a la vez y que es inevitable que algunos sean contradictorios. Es cierto, dicen, EE UU tiene una dependencia crítica del petróleo saudí. Pero, ¿por qué debe esa alianza impedir que la superpotencia presione a los tiranos de Myanmar para que dejen de oprimir a su pueblo? Los críticos también ponen como ejemplo de la hipocresía estadounidense su apoyo al programa nuclear de la India, a la vez que trata de impedir que Irán desarrolle uno igual. No es lo mismo, responden indignados los estadounidenses: la India, además de ser la mayor democracia del mundo, nunca ha dicho que tiene como objetivo hacer desaparecer del mapa a un país vecino, ni arma y financia grupos terroristas. Los gobernantes de Irán no dejan duda de sus intenciones con respecto a Israel o de su apoyo a grupos armados que operan en otros países.

Ésta es una controversia antigua y que no se va acabar pronto. Pero algunas cosas están cambiando. Las encuestas revelan que la población estadounidense está más consciente que nunca de lo dañado que está el prestigio de su país en el mundo y quiere que se haga algo al respecto.

Y algo que podría hacer el próximo presidente de los Estados Unidos es pedir una auditoría de todas las contradicciones que hay en las políticas internacionales de su país. El resultado será una lista larga y complicada. Algunas de las contradicciones serán embarazosas y, por ahora, imposibles de resolver (la alianza con Arabia Saudí y la promoción de la democracia, por ejemplo). Pero otras destacarán por su obsolescencia y porque el costo que tienen en términos de desprestigio mundial es injustificable. Un país que tiene tan buenas relaciones con Vietnam no puede justificar mantener el embargo a Cuba, por ejemplo. Eliminar (unilateralmente y sin condiciones) el embargo a Cuba no va a acallar a los antiamericanos. Pero les va a quitar un poderoso argumento.

Y como ésta hay otras contradicciones en la manera como EE UU se relaciona con el resto del mundo que se pueden eliminar. Y eso sería bueno para todos. Menos para los críticos de EE UU.